A pocos metros del Mar Mediterráneo, existe una batalla entre la montaña y el mar, cerca de la cala Granadella, allí se posa en el terreno equilibrando estas fuerzas El Cau.
La vivienda da respuesta al estudio de los primeros análisis, esos que examinan el lugar, la topografía, las vías de comunicación, el sol, las montañas, su inclinación y hacia dònde mirar.
El recorrido empieza en lo más alto, en la cima del Cau. Una cubierta-porche advierte de la percepción del paisaje para crear volúmenes abiertos que vuelven a integrarse dentro de él. En la entrada recoge al residente una escalera circular para bajar hasta el salón. Este es el lugar donde todo pasa, la vivienda se despliega para mirar al mar, para abrirse hacia el infinito. A la derecha un gran comedor, donde poder acoger a todo el mundo en una sola mesa, donde la mirada atraviesa la piscina para llegar al mar.
La escalera que abraza al ascensor continua hacia la planta baja, allí se encuentran las habitaciones privadas separadas de la zona de invitados y un poco más abajo la habitación principal. Es la planta más privada de la vivienda, ésta, gira en torno a un patio acristalado en su cara norte y con grandes piscinas alrededor, que son pobladas por plantas acuáticas que refrescan en verano y abrigan en invierno gracias a técnicas de enfriamiento evaporativo.
Utilizando la superficie mínima de la parcela y generada con la menor cantidad de material se establece un diálogo entre casa y naturaleza con volúmenes abiertos que vuelan al integrarse dentro del paisaje. Un proyecto que confía en la atenta mirada hacia el mar con grandes ventanales, un programa completo y la capacidad propia del hormigón como material pétreo naturalizado. Arquitectura y naturaleza conforman un conjunto indisoluble en relación permanente y constante cambio con el entorno donde se enclava.
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